Nunca me habían gustado las matemáticas: nada en absoluto. Renegaba de ellas. Pero, en el último momento, una profe me las enseñó de otra forma; fue muy hábil y logró que quedaran la curiosidad y el interés, en toda la clase.
A poco que hurgues, la belleza de los números te atrapa. Belleza en la simplicidad y la economía al explicar fenómenos complejos; belleza asombrosa en la geometría; en los resultados, en cómo contagian su deleite quienes se divierten jugando con los números. Y belleza fascinante en su omnipresencia, en su universalidad, en su historia, en sus infinitas conexiones...
En la imagen, Poliedros de Leonardo da Vinci.
El vídeo es del Instituto Universitario de Matemáticas y Aplicaciones de la Universidad de Zaragoza.